viernes, 18 de octubre de 2013

Bahía (Katherine Mansfield)

Muy pronto de mañana. El sol aún no había salido, y la bahía de Crescent estaba toda ella oculta bajo una bruma marina salada. A su espalda, las grandes colinas cubiertas de arbustos estaban difuminadas. No podía verse dónde terminaban y dónde empezaban los parques y las casitas de campo. El camino arenoso había desaparecido, y los parques y las casitas de campo al otro lado de él; no había más allá dunas blancas cubiertas de hierba rojiza; no había nada que marcara qué era playa y dónde estaba el mar. Había caído un pesado rocío. La hierba estaba azul. Gruesas gotas pendían de los arbustos sin acabar de caer; el toi-toi plateado y plumoso estaba cojo sobre sus largos tallos, y todas las caléndulas y todos los claveles de los jardines de las casitas se inclinaban hacia tierra por la humedad. Las frías fuschias estaban empapadas, y redondas perlas de rocío yacían sobre las hojas planas de las capuchinas. Era como si el mar hubiera golpeado con disimulo durante la noche, como si una ola inmensa hubiera llegado, murmurante… ¿Hasta dónde? Quizá, de haberse despertado en mitad de la noche, hubiera podido usted ver un gran pez dando golpecitos a su ventana y luego marcharse.
¡Ah-Ahh!, sonaba el mar soñoliento. Y de la maleza llegaba el sonido de pequeños cursos de agua que corrían, aprisa, ligeros, deslizándose entre las piedras redondeadas, vertiéndose en cubetas de helechos y saliendo luego de ellas; y se oía el chapoteo de grandes gotas en las hojas anchas, y algo más —¿qué sería?—, una leve trepidación y removimiento, un chasquido de ramita y, luego, un silencio tal que parecía que alguien estuviese escuchando.


Bahía (Katherine Mansfield)____________________________________________________________________________

En la bahía 
Katherine Mansfield (Wellingon (Nueva Zelanda), 14 de octubre de 1888 - Fontainebleau (Francia), 9 de enero de 1923)

Editorial Fontamara, 1980

Amanece en la bahía de Crescent, en Nueva Zelanda. Vuelve la luz, baña la tierra y el mar, despiertan los animales y los humanos. Los habitantes de la colonia veraniega despliegan, o callan, sus menudencias, sus juegos, sus recuerdos, los sueños que no han cumplido y los que algún día cumplirán. Al final del día todo queda

No hay comentarios:

Publicar un comentario