viernes, 6 de diciembre de 2013

Horror (Joseph Conrad)

Yo estaba a punto de gritarle: "¿Es que no las oye?" La negrura las repetía en insistente susurro en torno nuestro, en un susurro que parecía henchirse amenazadoramente, como el primer susurro de un viento que nace. "¡El horror! ¡El horror!"
"Su última palabra... para vivir conmigo -insistió-. ¿No lo entiende? Yo le amaba.. ¡Le amaba! ¡Le amaba!"
Hice acopio de fuerzas y le hablé lentamente.
"La última palabra que pronunció fue… su nombre.”
Oí un leve suspiro, y luego mi corazón quedó inmóvil, detenido por un grito terrible y exultante, por el grito del triunfo inconcebible y el dolor expresable.
“¡Lo sabía! ¡Estaba segura!”
Lo sabía… estaba segura. La oí sollozar. Había ocultado el rostro entre las manos. Me pareció que la casa se derrumbaría antes de que yo pudiera huir, que los cielos caerían sobre mi cabeza. Pero nada sucedió. Los cielos no se caen sobre una fruslería. ¿Se hubieran caído, me pregunto, si hubiera rendido a Kurtz la justicia que le era debida?, ¿no había dicho que sólo deseaba justicia? Pero no pude. No pude decírselo. Hubiera sido demasiado tenebroso… absolutamente demasiado tenebroso…"



Horror (Joseph Conrad)

 
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El corazón de las tinieblas 
Joseph Conrad (Berdyczów (Ucrania), 3 de diciembre de 1857 – Canterbury (Inglaterra), 3 de agosto de 1924)

Editorial Fontamara, 1982

 
El corazón de las tinieblas es una de las novelas más estremecedoras de todos los tiempos. A través de la descripción de la larga travesía de Marlow por el río Congo en pos del enigmático señor Kurtz, Conrad nos descubre los horrores que, en nombre de la civilización, han ido perpetrando los colonizadores belgas. Publicada en 1902, esta novela trasciende la circunstancia histórica y social para convertirse en una exploración de las raíces de lo humano, las catacumbas del ser donde anida una vocación de irracionalidad destructiva que el progreso y la civilización consiguen atenuar pero nunca erradicar.

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