miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mirada (Thomas Mann)

Otra vez se detuvo para contemplar el mar. De pronto, como si lo impulsara un recuerdo, bruscamente, con una bella oscilación, hizo girar el busto, apoyada una mano en la cadera, y miró hacia la orilla por encima del hombro. El contemplador estaba allí, sentado en el mismo sitio donde por primera vez la mirada de aquellos ojos de ensueño se habían cruzado con la suya. Su cabeza, apoyada en el respaldo de la silla, seguía ansiosamente los movimientos del caminante. En un instante dado se levantó para encontrar la mirada, pero cayó de bruces, de modo que sus ojos tenían que mirar de abajo arriba, mientras su rostro tomaba la expresión cansina, dulcemente desfallecida, de un adormecimiento profundo. Sin embargo le parecía que, desde allá lejos, el pálido y amable mancebo le sonreía y le hacía señas; como si, separando la mano de la cadera, apuntase a lo lejos, hacia la tentación monstruosa. Y en la misma forma que otras tantas veces,  se dispuso a seguirle.
Pasaron unos minutos antes de que acudieran en su auxilio; había caído a un lado de su silla. Lo llevaron a su habitación, y aquel mismo día, el mundo, respetuosamente estremecido, recibió la noticia de su muerte.


Mirada (Thomas Mann)____________________________________________________________________________

La muerte en Venecia
Thomas Mann (Lübeck, 6 de junio de 1875 -  Zúrich, 12 de agosto de 1955)

Editorial edhasa, 1982


En la novela de Mann, el escritor Gustav von Aschenbach se siente atraído por un adolescente al que ve por primera vez en el Lido de Venecia, el lugar donde se producirá finalmente la muerte del propio Aschenbach. Thomas Mann se enfrenta en su obra a la preocupación de como debemos vivir. En el caso de
Muerte en Venecia, uno de los relatos más célebres de Mann merced a la versión cinematográfica de Visconti, considerada uno de los más felices encuentros entre literatura y cine, y la presencia en él del amor homosexual y sobre todo el extraordinariamente sensible modo de exponerlo lo convierten en una de las obras más imperecederas del autor. Poseído por la idea de su muerte, Aschenbach también nos ayuda a reflexionar sobre si es posible lograr algo siendo conscientes de nuestra finitud y sabiendo que nuestros éxitos son siempre incompletos.

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