La igualdad de sexos
Tus ojos han vuelto de un país arbitrario
en el que nunca supo nadie lo que es una mirada
ni conocido la belleza de los ojos, belleza de piedras,
la de las gotas de agua, de las perlas en los escaparates,
piedras desnudas y sin esqueleto, oh mi estatua.
El sol cegador te tiene por espejo
y si parece obedecer a las potencias de la tarde
es porque tu cabeza anochece, oh estatua abatida
Mi deseo inmóvil es tu último sostén
y te llevo sin lucha, oh mi imagen,
rota en mi ternura, presa en mi red.
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Capital del dolor
Paul Éluard (Saint-Denis, 14 de diciembre de 1895 - Charenton-le-Pont, 18 de noviembre de 1952)
Visor Libros, 1980
Este
libro soporta y reclama las más altas comparaciones; ante su resplandor
inigualable, la acción y la contemplación dejan de lastimarse, el
tormento humano de implorar misericordia y las cosas imaginadas de ser
un peligro para las cosas vividas: más todavía que la elección que
Éluard impone a todos, y que es maravillosa por las palabras que reúne,
en el orden que las reúne, me reprocharía yo, su amigo, no celebrar en
él, únicamente y sin medida, los amplios, singulares, bruscos,
profundos, espléndidos, desgarradores, movimientos del corazón.
André Breton
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