lunes, 20 de enero de 2014

Sol (Cormac McCarthy)

Miró la carretera abajo hacia la luz que se extinguía. Nubes de formas oscuras por todo el margen septentrional. Por la noche había dejado de llover y en el desierto se destacaba un arco iris partido o una especie de tromba de neón mortecino y volvió a mirar la carretera que estaba como antes pero más oscura y oscureciéndose todavía más al perderse hacia el este, donde no había sol, ni amanecer, cuando miró de nuevo hacia el norte la luz se retiraba cada vez más deprisa y aquel mediodía en que había despertado se había convertido en anochecer extraño y luego en oscuridad extraña y los pájaros se habían posado ya y habían enmudecido de nuevo en los helechos que crecía junto a la carretera.
Salió. De las montañas bajaba un viento frío. Peinaba las laderas occidentales del continente allá donde la nieve estival seguía posada al límite de la vegetación arbórea y atravesaba los bosques de abetos y pasaba entre las varas de los álamos temblones y barría, más abajo, el llano desértico. Por la noche había parado de llover y Billy salió a la carretera y llamó al perro. Llamó y volvió a llamar. En medio de aquella inexplicable oscuridad donde el único sonido era el del viento. Al cabo de un rato se sentó en la calzada. Se quitó el sombrero, lo dejó delante de él en el asfalto, inclinó la cabeza, se llevó las manos a la cara y lloró. Estuvo allí sentado mucho tiempo y al cabo de un rato el este empezó realmente a clarear y al cabo de un rato el genuino sol obra de Dios salió realmente, una vez más, para todos y sin distinción.


Sol (Cormac McCarthy)____________________________________________________________________________

En la frontera
Cormac McCarthy (Providence, Rhode Island, 20 de julio de 1933 - Santa Fe, Nuevo México, 13 de junio de 2023)

Editorial Debolsillo, 2004


La Trilogía plantea una defensa desesperada del individuo frente a un entorno cambiante. No es la lucha por sobrevivir en el medio, es la lucha por existir en los límites cada vez más estrechos de un mundo que desaparece. Es decir, se trata de una agonía en la que la defensa de unos valores adquiere caracteres épicos, pero no ejemplares, que son una condición fundamental de la épica. Porque desde el principio sabemos que todos los personajes se mueven en un espacio crepuscular. Lo que sucede es que McCarthy sólo se interesa por aquellos a los que el espacio nuevo —el que desplaza al antiguo— va a sacrificar, no por aquellos que van a integrarse para sobrevivir en él, cualquiera que sea el precio que paguen. La historia del desastre será, pues, una historia dramática, pero no épica. La épica sólo crea héroes, mas en este caso su ejemplaridad, que es la característica de todo héroe clásico, no es el sentido de la vida sino tan sólo el encuentro con la extinción. Son héroes del relato que cuenta su extinción.
José María Guelbenzu [revista de libros. com]

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