viernes, 19 de septiembre de 2014

Pesadilla (Silvia Plath)

Una capa fresca de nieve blanqueaba los prados del sanatorio. No era una llovizna navideña sino un diluvio de enero, de la altura de un hombre, del tipo que desvanece las escuelas, oficinas e iglesias, y deja durante un día o más un puro y blanco pliego en lugar de las libretas de los memorándums, agendas y calendarios.
En una semana, si pasaba la entrevista con la junta médica, el gran coche de Philomena Guines me conduciría al Oeste, y me depositaría frente a las puertas de hierro forjado de mi universidad.
¡El corazón del invierno!
Massachusetts estaría sumergida en una calma marmórea. Me imaginé los pueblos cubiertos de copos de nieve de la Abuela Moses, las extensiones pantanosas rechinando con espadañas secas, las charcas donde las ranas y los siluros soñaban bajo una hoja de hielo, y los bosques temblorosos.
Pero bajo la engañosamente limpia y nivelada pizarra, la topografía sería la misma, y en vez de San Francisco, o Europa o Marte, estaría aprendiendo algo tan tonto como comenzar, después de un lapso de seis meses, en aquel lugar que tan vehementemente había abandonado...
Todo el mundo sabría lo mío, por supuesto.
La doctora Nolan había dicho, bastante francamente, que mucha gente me trataría con cautela y hasta me evitaría como a un leproso con una campana de advertencia. El rostro de mi madre me vino a la mente, una luna pálida, reprobatoria, en su primera y última visita al sanatorio desde el día que cumplí los veinte años. ¡Una hija en el manicomio! Yo le había dicho eso. Aun así, había decidido perdonarme.
-Comenzaremos donde lo dejamos, Esther -había dicho, con su dulce sonrisa de mártir-. Actuaremos como si todo esto fuera una pesadilla
-Una pesadilla...
Para la persona encerrada en la campana de cristal, vacía y detenida como un bebé muerto, el mundo mismo es la pesadilla.
Una pesadilla.
Yo lo recordaba todo.

Pesadilla (Silvia Plath)
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La campana de cristal 
Sylvia Plath (Boston, 27 de octubre de 1932 – Londres, 11 de febrero de 1963)

Editorial edhasa, 1982


Única obra narrativa de la gran poeta norteamericana, esta es una novela sobre la adolescencia, un retrato de la artista adolescente y de las dificultades que debe salvar para encontrar un lugar propio en un mundo plagado de hostilidades. 
Esta es la historia de una chica que tiene todo lo que una joven puede desear en el Nueva York de los años cincuenta: una carrera prometedora, un pretendiente que estudia medicina y toda una vida por delante. Esther Greenwood ha ganado una beca para trabajar en una revista de moda en la gran ciudad y siente que por fin podrá realizar su sueño de ser escritora. Pero entre cócteles, noches de fiesta y pilas de manuscritos descubre una sociedad que repudia las aspiraciones de las mujeres y su vida empieza a desmoronarse. Esther -alter ego de la autora- se encierra en sí misma, como si estuviera atrapada en una campana de cristal: respirando continuamente el mismo aire viciado y sin posibilidad de escapar.

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