Si algún día profesáis la literatura y dais en publicistas, preveníos contra la manía persecutoria, que pudiera aquejaros. No penséis que cuanto se escribe sobre Homero o Cervantes es para daros a roer cebolla, como vulgarmente se dice, o para abrumaros y confundiros poniendo de resalto vuestra insignificancia literaria. Que no os atormenten enemigos imaginarios que os obliguen a escribir demasiadas tonterías.
Hay escritores cuyas palabras parecen lanzarse en busca de las ideas; otros, cuyas ideas parecen esperar las palabras que las expresen. El encuentro de unas y otras ideas y palabras, es muchas veces obra del azar. Hay escritores extraños -y no son los peores- en quienes la reflexión improvisa y la inspiración corrige.
No os empeñéis en corregirlo todo. Tened un poco el valor de vuestros defectos. Porque hay defectos que son olvidos, negligencias, pequeños errores fáciles de enmendar y deben enmendarse; otros son limitaciones, imposibilidades de ir más allá, y que la vanidad os llevará a ocultarlos. Y eso es peor que jactarse de ellos.
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Sentencias y donaires
Juan de Mairena (Sevilla, 1865 - Casariego de Tapia, 1909)
Antonio Machado (Sevilla, 26 de junio de 1875 - Coillure, 22 de febrero de 1939)
Alianza
Editorial, 2009
Además de poeta singular, Machado es uno de nuestros prosistas más sugerentes. Salvo algunos artículos críticos de juventud, su obra en prosa comprende las meditaciones del poeta y retórico Abel Martín, además de las sentencias y donaires del socarrón Juan de Mairena. La prosa machadiana prolonga, en forma aforística, la sabiduría popular que afloraba en sus proverbios y cantares. Tanto en verso como en prosa, la obra de Machado parte de lo esencial humano, y se caracteriza por la hondura de sentimiento y la altura de pensamiento.
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