Recuerdo mis veinte años y, cuando regresé a mi barrio, el "Jardin du Roy", había ya recibido el bautismo del desierto y comprendido que no somos una media sino una adición. Era, al mismo tiempo, el más nómada y el más casero. Regresaré al pétreo corazón de un lejano Tibesti, oculto en las profundidades del Sahara oriental, pero, por otra parte y no con menos vehemencia, me niego a abandonar mi barrio. Salir del Vº arrondissement es toda una empresa, pero bueno, de vez en cuando llego hasta el Luxembourg. A veces hasta Saint-Germain-des-Prés. E incluso atravieso el Sena.
Un vez percibí la plaza Clichy; otra, estuve a punto de llegar a Saint-Honoré-d'Eylau. Los tuareg hablan del "año de Rezzu de los Ulad Djerir", mi propia cronología dice: "El año del viaje a la plaza des Ternes".
En cambio, por mi casa, por mi terreno de recorrido habitual, circulo con los ojos cerrados. Y conozco mi "dición", como dicen los botánicos; no hay secretos para mi entre la Sorbona y el Museum. Cierto es que acampo en la montaña Sainte-Genevieve desde hace treinta años, atrincherado en este otero apacible y silencioso. Barrio encantador, provinciano, silencioso, bastante lejos del estrépito, el estruendo y los empujones de un centro demasiado enfebrecido para que la vida haya podido conservar allí un perfume de independencia: pocos carteles y menos anuncios luminosos aún para asaltarnos, aquí, donde se puede seguir siendo uno mismo, al abrigo de sus indiscretas brutalidades.
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Peregrino del desierto
Théodore Monod (Ruan, 9 de abril de 1902 - Versalles, 22 de noviembre de 2000)
José J. de Olañeta Editor, 1999
Este libro trata de que se
conozca algo mejor la vida y pensamientos de este viajero, mezcla de
erudito y aventurero que parece salido de otra época. Desde los años 20
Monod ha estado recorriendo el Sahara en incontables expediciones, con
el ánimo de estudiar a sus gentes y a su naturaleza. El desierto es el
tema central de su obra y de su vida, el desierto lo modeló, lo hizo
como es. Este pequeño libro es un magnífico resumen
de las ideas que Théodore Monod desarrolló en sus viajes, influido por
el Sahara, siempre presente en su vida: ideas sobre lo que son los
propios viajes, la religión, los hombres y la sociedad moderna.
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